miércoles, 25 de julio de 2007

Templarios y Masones



Entre la gran disparidad de análisis y conclusiones sobre los Caballeros Templarios, que se desprenden de los investigadores e historiadores, hay sin embargo un aspecto en el que se observa una recurrente coincidencia: La Orden del Temple (o alguno de sus círculos mas internos y cerrados) era un reducto de alta heterodoxia cristiana, y fue el último en su tipo.
Todas las corrientes religiosas toleran con esquiva elegancia, pero elegancia al fin, a su vertiente interpretativa que desmiente - pone en cuestión - o bucea con otra mirada, diferente que la de la doctrina oficial.
Sufíes en el Islam, Kabalistas en el judaísmo...etc, representan la interpretación mas mística, cuando no mágica o esotérica, de la religión.
La histórica intolerancia de Roma (o Aviñón, en el caso templario) supo estrangular efectivamente todo intento de "leer" el cristianismo de modo diferente que los padres de la Iglesia.
Los cátaros fueron objeto de una sanguinaria cruzada que se aseguró no dejar de ellos mas que el nombre...
Aún hoy, sin contestatarios de fuste, la Iglesia romana insiste en declarar su supremacía sobre las otras confesiones cristianas, echando por tierra lo que trabajosamente (aunque de modo no siempre creíble) había logrado el Papa Wojtila con sus reuniones ecumenistas en Asís.
Aquellos que reivindican el orígen cristiano de la Masonería, y le atribuyen una invariable naturaleza crística (el masón argentino Eduardo Callaey que escribió: Monjes y Canteros, y El Otro Imperio Cristiano, bien representa a los historiadores contemporaneos empeñados en esa reivindicación) consideran sin embagues que la Masonería es, en este sentido , el único bastión que la Iglesia no pudo destruir, a pesar de todos los intentos y la docena de bulas y encíclicas excomulgatorias que se lanzaron contra la Orden en los últimos trecientos años.
Mas de uno se a preguntado, con una satisfecha nostalgia, si no es que el perseguido Temple medieval supo hacer en aquellos oscuros tiempos la pirueta necesaria para dotar a la bien arraigada cofradía de constructores de su impronta, su testamento, y su leyenda.
Creo también que los masones no siempre supieron honrar ese legado, tal vez buena parte de la masonería hoy ni siquiera reconozca su sello templario; pero tengo también para mí que esto no ha sido nunca óbice para que el espíritu de los viejos Caballeros termine saliendo por los poros de todo Masón esclarecido.

aliwenkura